La importancia de los profetas en el antiguo testamento

PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO


En grados diversos y formas variables,las  grandes religiones de la antigüedad tuvieron hombres inspirados que afirmaban hablar en nombre de su dios. Es especial,entre los pueblos vecinos de Israel, se refiere un caso de éxtasis profético en Biblosen el siglo XI a.C.; hay pruebas de videntes y profetas en Jamá del Oronte en el siglo VIII, y aparecen en varias ocasiones en Mari del Éufrates en el siglo XVIII a.C. En su forma y contenido, sus mensajes, dirigidos al rey, se parecen a los mensajes de los profetas de Israel en la biblia.

Ahora bien, a lo largo de la historia bíblica se puede inferir que  los libros de Josué, Jueces, Samuel, y Reyes por lo que les llama en la biblia hebrea los profetas anteriores, en contraposición a los profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel, y los doces profetas menores. Este apelativo se explica por una tradición que atribuía la composición de estos libros a profetas: a Josué, La del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; A Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el carácter religioso que les es común: Estos libros, que nosotros llamamos históricos, tiene como tema principal las relaciones de Israel con Yahvé, su fidelidad o su  infidelidad, a la palabra de Dios cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencias: Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio de los profetas escritores ante el destierro.
Estos libros, así eslabonados con lo que inmediatamente le siguen en la biblia hebra, lo están también con lo que le precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongación del pentateuco: al final del Deuteronomio, Josué es designad sucesor de Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía unida literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuación de los documentos o de las fuentes del pentateuco, en el libro de Josué; de este modo se ha llegado a delimitar un hexateuco; e incluso se ha ido más lejos, llegándose  a abarcar los libros de los reyes. Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del pentateuco en jueces, Samuel y reyes no han dado ningún resultado satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto a Josué, donde se distinguen corrientes que están más o menos relacionados con la Yahvista y la Elohista, si es que no son continuación de estas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta más clara aun y los partidarios de un hexateuco deben admitir por su parte una redacción deuteronomista de Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, más limitados en Samuel, predominantes en los reyes, pero siempre distinguibles. De ahí que se haya elaborado la hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes.

Siendo éstos el carácter y la función del profeta, no es de extrañar que la biblia ponga a Moisés a la cabeza del linaje de los profetas y se le considera el mayor de todos, pues ha conocido a Yahvé cara a cara, le  ha hablado boca a boca y ha transmitido a su ley al pueblo. Jamás han faltado en Israel herederos de sus dones, empezando por Josué, en la época de los Jueces aparecen la profetisa Débora y un profeta anónimo, luego surge la gran figura de Samuel, profeta y vidente.

Entonces, desde aquí se difunde el espíritu profético en grupo de inspirados; donde luego encontramos a las comunidades más sensatas de los hermanos profetas; estas comunidades no tardan en desaparecer y fuera de estas cae en influjo sobre la vida religiosa del pueblo que no es posible precisar, aparecen personalidades destacadas: Gad, profeta de David, Natán con el mismo rey, Ajías en tiempo de Jeroboan, Jehú hijo de Jananí en tiempos de basa, Elías y Eliseo en tiempos de Ajab y sus sucesores; también se puede destacar a Jonás en tiempos de Jeroboan, la profetisa Juldá en tiempos de Josías, Jurias en tiempos de Joaquín, los libros de las crónicas añade a esta lista a Semaias en tiempos de Roboan, a Idó en tiempos de Roboan y Abias, Azarías en tiempos de Asá, a Oded en tiempos de Ajaz, y otros que su procedencia es anónima.

Hay libros que se llaman profetas escritores ya que fueron escritos por ellos mismos entre los que podemos destacar a Isaías en tiempos de rey Ozias, a jeremías en el tiempo de destierro puesto que jeremías era de la familia sacerdotal, también se pueden destacar a Ezequiel y Daniel, que conforma el llamado grupo de los profetas mayores, seguido de pues por otros textos de profetas, los cuales se le denomina profetas menores, entre los que tenemos, a Amos, Oseas, Miqueas, Sofonías, Nahúm, Habacuc, Ageo, Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel y Jonás.
Partiendo de este punto se forma  una colección de oraculos del mismo estilo que  tratan en grosso modo de lo mismo.

I. Los profetas preparan la venida del Profeta
1. LOS PROFETAS DE ISRAEL Y EL ESPÍRITU PROFÉTICO EN LAS RELIGIONES - Los profetas son elegidos con vistas a Cristo. que es el profeta y el único mediador entre Dios y los hombres. Por una parte, podemos decir que es imposible comprender bien los textos bíblicos referidos a Cristo sin conocer la historia profética de Israel. Por otra, es igualmente, o aún más, verdad que podemos comprender plenamente el papel de los profetas tan sólo en orden a Cristo a su luz. Toda la historia que precede a la venida de Cristo es un catecumenado de la humanidad, y los profetas son `los testigos y los artífices de este catecumenado de la humanidad. Los profetas representan en medio del pueblo elegido un papel difícil, a veces trágico, pero igualmente privilegiado; en la historia de la salvación prefiguran al profeta. Cristo, cuyo camino preparan y del cual son heraldos, a pesar de que todavía no intuyan su personalidad.
Los exegetas nos demuestran que algunas formas de expresión profética tienen origen en cierto profetismo presente en otras naciones: pero, al mismo tiempo, subrayan el carácter específico de los profetas bíblicos'. Dios es el creador y salvador de todas las naciones, que participan de la alianza que Dios ofreció a Adán y a Noé y nunca fueron abandonadas por él. Además, podemos decir que Dios ha suscitado entre las naciones ciertas mujeres y hombres proféticos para profundizar purificar el sentido religioso de todos los seres humanos. Mientras los profetas de Israel participan de la revelación que preparan directamente la venida de Cristo en medio de su pueblo, las personas religiosas, promotoras de la fe la religiosidad auténticas surgidas en el seno de otras naciones, forman parte de la historia universal de la revelación de Dios'. Por lo demás, en el ámbito mismo del mensaje profético de Israel está claro que Dios es "Padre de todos los hombres y su fidelidad es prenda para todos: Dios muestra su misericordia a todos y llama a todos para que lo adoren" *.
2. ESCOGIDOS ENVIADOS POR DIOS - El elemento constitutivo de la experiencia profética es la experiencia de ser elegidos, escogidos, tomados y enviados por Dios mismo. Los profetas hablan en nombre de Dios y, partiendo de la experiencia de ser llamados por él a convertirse en instrumentos dentro de la historia de la salvación, se ven impulsados a cumplir su difícil cometido. Podemos hacernos una idea de cuál debe ser el poder de su comunicación existencial reviviendo la impresión que todavía producen los escritos de los profetas; no cabe duda de que el secreto de su influencia es la experiencia profunda que tienen del misterio de un Dios santo y misericordioso'.
Pero no se trata solamente de una experiencia mística cualquiera del amor de Dios hacia el interesado: se trata más bien de la exacta experiencia de que el Dios santo los ha elegido para integrarlos profundamente en su obra de purificación y de santificación. En el contexto de esta experiencia el profeta percibe de modo penetrante su indignidad personal: también él tiene necesidad de la misericordia divina y de la obra purificadora de la gracia. A este respecto es significativa la visión del profeta Isaías, como se refiere en Is 6. Ante todo se subraya la historicidad del hecho: "El año de la muerte del rey Ozías" (v. 1). La primera impresión que aparece en el ánimo del profeta es el santo temor de Dios: "¡Ay de mí!. perdido estoy, que soy hombre de labios impuros" (v. 5). Pero de igual dimensión es la experiencia de la nueva creatura producida por la acción purificadora de Dios. El profeta responde a la elección divina diciendo: "Heme aquí: mándame a mi" (v. 8). La llamada divina es inexorable. Lo vemos en todos los profetas, particularmente en el profeta "ridículo", Jonás, que quiere escaparse de la presencia del Señor y de su elección. La fuerza de la elección está expresada de forma clásica en Jeremías: "Me has seducido, Yahvé, y yo me he dejado seducir; has sido más fuerte que yo, me has podido" (Jer 20,7). La misma experiencia le tocará vivir al gran profeta del NT. san Pablo: "Si predico el Evangelio. no tengo de qué gloriarme; es que tengo obligación. Pues ¡ay de mí si no evangelizara!" (1 Cor 9,16).
El profeta no recibe su legitimación del rey o de los sacerdotes; sabe que ha sido elegido y enviado por Dios. Y no hay más prueba de la legitimidad que el testimonio de la vida y la fuerza de la palabra que comunica la experiencia de Dios. Las palabras del profeta proceden del corazón de Dios, están inscritas en el suyo y por eso pueden tocar y conmover los corazones de los hombres de buena voluntad.
El profeta no solamente piensa, sino que, además, sabe que es un centinela (Os 9,8), servidor de Dios y del pueble (Am 3,7; Jer 25,4: 26,5), mensajero del Dios viviente (Ag 1,13). cualificado por el espíritu de Dios para discernir los caminos del pueblo (Jer 6,27). Involucrado en el proyecto de Dios sobre todas las naciones (Jer 1,5), forma parte de la dinámica de la historia de la salvación (Jer 1.10). El profeta nunca habla de Dios con conceptos abstractos e impersonales, sino que con toda su existencia comunica el amor apasionado y la ardiente santidad de Dios, que no puede permitir falsos dioses junto a él.
3. LOS PROFETAS EL ESPÍRITU DE DIOS - Oponiéndose a los falsos profetas, que hablan para agradar a los poderosos, Miqueas dice lo siguiente: "Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza, del espíritu de Yahvé. de juicio y de valor para anunciar a Jacob su delito y a Israel su pecado" (3,8). Los profetas tienen, por así decirlo, un conocimiento experimental de que todo es don de Dios. Quien se inspira en ellos no seguirá nunca el pelagianismo. La salvación y la liberación en el sentido profético son obra del espíritu de Dios, que da un corazón nuevo, una fuerza y esperanza invencibles'.
Los profetas anuncian a aquel que será totalmente dócil al espíritu de Dios, por el cual será ungido y enviado: "Sobre él reposará el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y de temor de Yahvé" (Is 11,2). Dios promete solemnemente: "He puesto en él mi espíritu" (Is 42,1). La salvación viene al pueblo con el don del espíritu: "Mi espíritu estará en medio de vosotros" (Ag 2,5; Zac 12,10). Ezequiel es el gran profeta de la obra renovadora del espíritu de Dios (cf Ez 11,19; 18,31; 26,26; 37,5-6).
4. LOS PROFETAS LAS AUTORIDADES TERRENAS - No existe de por sí una oposición o un contraste entre el rey. los sacerdotes y los profetas; pero hay entre ellos una diferencia profunda. Dios promete su espíritu y su gracia también al rey y a los sacerdotes si cifran totalmente en él su esperanza. Sin embargo, tanto los reyes como los sacerdotes buscan con frecuencia su propia voluntad y siguen sus propias pasiones por un deseo de poder y de prestigio. Los falsos profetas hacen lo mismo. Los profetas no están constituidos en autoridad para reinar sobre los demás. No son una clase social o una casta, ni unos asalariados. Al contrario, muchas veces son sometidos a graves sufrimientos por parte de aquellos que ejercen la autoridad terrena. Los sacerdotes, cuando se constituyen en casta o clase social privilegiada, caen con frecuencia en la rutina y en el legalismo, y explotan al pueblo. El profeta, movido por el espíritu de Dios, tiene el don de la parresia, es decir, el don de la franqueza y del valor. Su misión primordial no es, con todo, la contestación [>'Contestación profética]. sino el anuncio de la salvación. Sin embargo, la misión de desenmascarar los pecados —sobre todo el abuso de la autoridad y del poder, aunque también los pecados del pueblo— forma parte integrante de la misión más amplia que constituye a los profetas en heraldos de la necesidad y de la posibilidad de convertirse a Dios y ser salvados.
Los profetas no critican desde el exterior, como si fueran extraños a la experiencia del pueblo. Al contrario, la misión profética es siempre expresión de la solidaridad más profunda: están totalmente de parte de Dios, que es quien los manda: pero al mismo tiempo son intercesores ante él en favor del pueblo. Castigados por las autoridades y despreciados por el pueblo, los profetas sufren y ejercen su propia misión en favor de aquéllas y de éste.
Con frecuencia los profetas reúnen una comunidad de discípulos: pero saben bien que su carisma no puede quedar institucionalizado, sino que debe ser recibido de la libertad de Dios como don gratuito y como misión que incluye el sufrimiento.
5. LOS PROFETAS Y LA ALIANZA - Los profetas no son tradicionalistas, pero están profundamente arraigados en la tradición del pueblo de Dios, en cuyo centro se encuentra el don de la alianza. que a su vez contiene la gracia y la vigorosa amonestación a la fidelidad.
Los profetas pueden definirse como revolucionarios; pero debemos ser muy cautos en el uso de este concepto, porque ellos no incitan a la rebelión, sino a una fidelidad renovada al Señor de la alianza y al pueblo de la alianza. Sin embargo, para los profetas resulta inconcebible una fidelidad entendida como mera ortodoxia, es decir, como una fidelidad a ideas y conceptos abstractos. El Dios vivo que los envió es el Dios que viene y se compromete, que sufre con el pueblo; es el Dios santo y misericordioso: por tanto, la respuesta debe ser la fidelidad comprometida por el amor misericordioso, por la justicia y por la paz. Los profetas no pecan de un verticalismo alienante, pero tampoco de horizontalismo [Horizontalismo/verticalismo]: para ellos la fe es fidelidad a Dios y, al mismo tiempo, un programa de vida. Para un profeta es inaceptable tanto el individualismo religioso como la ortodoxia vacía. El anuncia al Salvador en cuanto "alianza del pueblo" (Is 42, 6).
Quien piense que los profetas de Israel fueron opositores o despreciadores del culto estaría completamente equivocado: precisamente porque querían que Dios fuera adorado en toda la vida humana denunciaban un culto estéril y alienado de la vida. Los profetas enseñan y promueven un culto fecundo en amor a la justicia. a la misericordia y a la paz. En la experiencia y en el mensaje proféticos se da reciprocidad entre la fidelidad a Dios y al pueblo, entre la experiencia del Dios santo y misericordioso y la justicia y la misericordia para con el prójimo. Manuel Levinas resume la tradición profética diciendo que conoce verdaderamente a Dios tan sólo aquel que acoge al pobre procedente de abajo con su miseria, y que precisamente bajo este ropaje es enviado de lo alto. No podemos ver el rostro de Dios, pero podemos experimentarlo al volverse hacia nosotros cuando honramos el rostro del prójimo, del otro que nos compromete con sus necesidades: en la fidelidad al pobre, al extranjero y al oprimido demostramos la fidelidad a la alianza de Dios.
6. LOS PROFETAS Y LOS >SIGNOS DE LOS TIEMPOS - Con la palabra y con su vida, los profetas anuncian al Dios Emmanuel. Yahvé no es un Dios lejano, sino el Dios con nosotros, salvador y liberador de su pueblo. Dios está cerca de nosotros con su fidelidad a la alianza, pero también con la inexorable llamada a que le respondamos con fidelidad y solidaridad. El Dios de los profetas es el Dios de la historia; aquel que era, que viene y que vendrá. El profeta está íntimamente implicado con el Señor de la historia y con el pueblo peregrino. No es un experto en el calendario de los acontecimientos futuros, pero comunica el sentido del futuro para que sea iluminado por el presente, con sus oportunidades y sus peligros. El nos invita al reconocimiento por el pasado y a la esperanza respecto al futuro, para que se pueda descubrir de esta forma el significado y la vocación del presente. El cometido del profeta es interpretar los acontecimientos como palabra. mensaje y llamada de Dios. Este es el sentido de cuanto afirma ardientemente Amós: "Porque no obra el Señor Yahvé cosa alguna sin que manifieste su plan a sus siervos los profetas" (3,7). Las virtudes predicadas y vividas por los profetas son principalmente la gratitud, la esperanza y la vigilancia, junto con el espíritu del discernimiento que es un don de Dios.
7. PALABRA DE AMENAZA Y DE ALIVIO - El espíritu de Dios impele a los profetas a desenmascarar a los falsos profetas, que anuncian paz y prosperidad sin reclamar la conversión. Cuando por oposición a los falsos profetas deben anunciar el desastre y los juicios divinos que habrán de caer sobre el pueblo infiel, sufren y se angustian. Denuncian y desenmascaran enérgicamente los pecados de los reyes, de los sacerdotes y del pueblo; pero nada habría más erróneo que pensar en los profetas como si ante todo fueran contestatarios o nuncios de amenazas y de castigos. Ellos predican la justicia de Dios para abrir el corazón del pueblo a su misericordia. Predican el pecado y el castigo tan sólo en el contexto de la buena nueva de que la conversión es posible. Son, en primer lugar, profetas del corazón nuevo y del espíritu nuevo, de la obra redentora de Dios y de la paz del pueblo que se convierte a Dios. Aunque parezcan vivir en la agonía y en la angustia. llevan en el corazón la paz y la esperanza. "Mientras en las alturas hay un cúmulo de rayos y truenos, en lo profundo hay luz y encanto'.
Los profetas saben que es una bendición para los hombres el hecho de que Dios los juzgue dignos de ser reprendidos. Esta misma reprensión divina demuestra que la misericordia de Dios no tiene límites y que la finalidad de los castigos es la purificación y la salvación.
8. EL LENGUAJE DE LOS PROFETAS - Los géneros literarios y el lenguaje de los profetas vienen determinados por la intención, la personalidad y, sobre todo. la experiencia de Dios. propios del profeta. La palabra profética manifiesta de qué forma el profeta ve en los acontecimientos una palabra, un mensaje y una vocación divinos. Su vida y sus gestos, a veces dramáticos, subrayan y enfatizan la palabra.

Como el mensaje profético surge de la experiencia religiosa y afecta a toda la persona, también los gestos y el lenguaje fantástico de los profetas tienden a cambiar a la persona: inteligencia, voluntad, afectividad y pasiones. Sobre todo a un moralista, que piensa primordialmente en categorías de normas que determinan el mínimo, el lenguaje profético puede resultar muy exagerado. Pero es preciso recordar siempre que nada aborrece más el profeta que la mediocridad y el minimalismo. Su predicación está inspirada en la fe en que el pueblo de Dios está llamado a la santidad de vida, a una vida que corresponda al don de la alianza.


También se le hace referencia a Juan el Bautista como el último profeta del antiguo testamento y el precursor de Jesucristo.

Los verdaderos profetas saben leer los signos de los tiempos. Están comprometidos por la justicia y por la paz en una evangelización que promueve el crecimiento de las personas y la unidad entre los creyentes y entre todos los hombres de buena voluntad.

Podemos esperar que las iglesias cristianas lleguen a la unión y que su testimonio ante el mundo sea creíble, tan sólo a condición de que se abran al Espíritu, escuchen a los profetas y acepten con gratitud sus realizaciones.
http://www.mercaba.org/DicES/P/profetas.htm
Introducción a los profetas